Hace unas semanas me llamó una mujer, M.P., muy angustiada por lo que le estaba pasando a su cuerpo desde hacía varios meses.
El dolor empezó en las rodillas, y llegó a ser tan intenso que la dejó postrada sin poder moverse durante semanas…más tarde, empezarían a doler las caderas y ahora el dolor más intenso está ubicado en los hombros y cervicales.
Ella me llamó porque Vanessa le recomendó que yo la tratara con Osteopatía. En esa llamada me explicó su odisea de visitas a médicos y fisioterapeutas sin tener un resultado exitoso ni definitivo, y fue muy sincera al preguntarme si de verdad yo creía que podía ayudarla, pues sus últimos tratamientos con fisioterapeutas la habían dejado más dolorida que nada.
Hubo 2 informaciones que me dijo por teléfono que para mí fueron claves en la seguridad de que yo podía ayudarla:
- El inicio del dolor en las rodillas fue después de una larga caminata después de haber pasado meses confinada en casa durante la Pandemia (inicio mecánico)
- Se habían descartado marcadores inflamatorios y autoinmunes.
Además, estaba muy preocupada porque para los hombros le habían recomendado hacerse infiltraciones con cortisona, y a ella no le gustaba nada esa idea, pero no sabía que hacer…
Mi respuesta fue clara:
“M.P., por lo que me cuentas creo que sí que puedo ayudarte, y por el momento te recomiendo que NO te pongas las infiltraciones de cortisona, porque con el tratamiento de Osteopatía vamos a aliviar el dolor en las 2-3 primeras sesiones, siempre estarás a tiempo más adelante de recurrir a eso si fuera necesario, cosa que no creo.”
Cuando nos estábamos despidiendo me dijo:
“me ha tranquilizado tanto lo que me has dicho que ahora tengo menos dolor”
El caso de M.P. es un claro ejemplo de cómo funciona en parte nuestro mecanismo de alerta, el dolor, que depende en gran medida de LA GRAVEDAD en la percepción de la situación:
- Tus experiencias previas
- Tus aprendizajes
- Tus creencias
- Tu personalidad
En 1995, los científicos Fisher JP, Hassan DT y O’Connor N reportaron el caso de un trabajador de la construcción que llegó al hospital gritando de dolor porque se había clavado un clavo enorme en la bota y se estaba muriendo del dolor.
¿Sabéis cuál fue la sorpresa de los médicos al cortarle y quitarle delicadamente la bota…? El clavo había atravesado la bota pasando entre 2 dedos del pie, haciéndole un pequeño rasguño, pero ¡nada más!
A raíz de este caso, estos científicos empezaron a trabajar en la investigación de los mecanismos psicológicos que hay detrás del dolor.
Imaginamos que con estos ejemplos habrás entendido la importancia que tiene la percepción de lo que crees que está pasando en relación con tu dolor, y cómo añadirle inseguridad, preocupación y gravedad hará que tengas más dolor.
Esta GRAVEDAD es la psicológica.
Pero también hay otra GRAVEDAD que puede influir en un cuerpo con dolor: la Fuerza de Gravedad, la física.
Todxs pasamos el 1er año de nuestra vida despegándonos del suelo, ganando fuerza en nuestros músculos para vencer a la fuerza de la Gravedad, la atracción que el Planeta Tierra ejerce sobre nosotros.
Cuando somos niños y niñas no paramos quietxs, vamos al suelo, nos levantamos, corremos, saltamos…etc. Pero llega una edad, normalmente a partir de los 6, que la escuela ya se pone más seria y tenemos que pasar muchas horas sentadxs en una silla…y en mi opinión es aquí cuando empieza el problema del sedentarismo, la pérdida de movimiento progresiva que sufrimos como especie si no hacemos algo para remediarlo de manera consciente (ejercicio físico y deporte).
La falta de movimiento atrofia nuestra musculatura (como cuando éramos bebés), a esto se le llama sarcopenia, y por este motivo la Fuerza de la Gravedad ejerce una mayor compresión sobre nuestras articulaciones, favoreciendo un mayor desgaste de las mismas (osteoporosis y artrosis). El desgaste estructural y el exceso de compresión debido a una sarcopenia puede provocar lesiones en el tejido y por lo tanto inflamación y dolor.
Como veis, el término Gravedad puede aplicarse a 2 factores que predisponen a sufrir dolor: el psicológico y el físico.
Y en ambos casos podemos actuar de manera consciente para contrarrestar los mecanismos de alerta y dolor.
Para la Gravedad psicológica:
- Tener un diagnóstico claro y encontrar médicos y profesionales sanitarios que nos generen tranquilidad y confianza.
- Evitar pensamientos negativos y catastróficos respecto al futuro (todavía incierto y desconocido)
- Mindfulness, practicar vivir en el presente, el ahora, evitando la rumiación mental.
- Tener clara una estrategia terapéutica para resolver la inflamación.
- Ser parte activa de nuestra recuperación, física y psicológicamente.
Para la Gravedad física:
- Movernos todos los días.
- Hacer ejercicios de fuerza adaptados a nuestra edad y condición, recuperar la musculatura (en nuestro canal de Youtube encontrarás rutinas de ejercicios sencillos para hacer en casa)
- Hacer estiramientos en el suelo, con una colchoneta, para ayudar a descomprimir nuestras articulaciones.
En nuestro canal de Youtube encontrarás rutinas de ejercicios sencillos para hacer en casa, tanto de fuerza como de flexibilidad.
Esperamos que te haya gustado este artículo y sobretodo que te haya sido de ayuda para encontrar nuevas estrategias para manejar el dolor.
Y recuerda…
Adiós, ¡Dolores!