Si eres madre o padre habrás vivido alguna que otra rabieta de tu hijo/a/s en aquellos primeros maravillosos años.
Y si no lo eres sabes de lo que te hablo igualmente.
Yo recuerdo especialmente una de mi hija, Nora, cuando tenía 3 años.
Estaba advertida de que cuando se presentara el momento mi actitud iba a ser decisiva para futuras ocasiones…sobretodo calma y ni caso, “que no pueda contigo”, “no cedas porque la habrás cagado”…etc.
Por suerte estábamos en casa, ella y yo solas. No recuerdo el motivo pero se puso de 0 a 100 en 3 segundos.
Tan solo le faltaba que se le pusiera el pelo para arriba y cambiara de color, como Son Goku cuando se calentaba a lo “Superguerrer”.
La llevé a su habitación y le dije: “te quedas aquí hasta que te tranquilices”. Me tuve que quedar fuera agarrando el pomo porque evidentemente quería salir. Fue tal la fuerza de su rabieta que se cargó el pomo, lo arrancó de cuajo.
Se quedó con el pomo en la mano, miró para arriba, vio mi cara y se le pasó la rabieta de golpe.
Hasta hace poco no le arreglé la puerta. Tiene 8 años. Ha tenido durante años el recordatorio en su cuarto: “poniéndote así no consigues lo que quieres”. Lección aprendida desde ese día.
Ni soy psicóloga infantil ni pretendo dar lecciones de educación a nadie, no es mi tema.
Me dedico a tratar el cuerpo, y el cuerpo es el reflejo del alma.
Gran parte de la tensión que se acumula en el cuerpo es energía retenida que no dejamos salir cuando aparece.
Mi trabajo como Osteópata consiste en liberar esa tensión, dejarla salir.
Por eso me gustaría hablar de cómo la Ira nos transforma cuando viene.
Nos lleva a un estado de enajenación mental transitoria.
Secuestro de la amígdala también le llaman, cuando la emoción es tan fuerte que no somos capaces de usar la parte racional de nuestro cerebro.
La Ira es una de las emociones más negativizadas socialmente. Está mal visto enfadarse.
Pero, como todas las emociones, es necesaria. Su función es marcar límites.
Limites. Otro temazo. Ahora que lo pienso…a lo mejor es un temazo porque está mal visto enfadarse.
El otro día pensaba que los Ayuntamientos podrían habilitar “Espacios de descarga de la Ira”, donde cuando estés enfadad@ puedas ir a gritar y golpear cojines hasta sacar toda esa energía de dentro.
Seguro que evitaríamos mucha violencia y agresiones que a menudo acaban mal.
Emoción viene de “E-movere”, energía que debe moverse, salir hacia fuera.
Cuando nos enfadamos podemos sentir esa descarga de energía en todo nuestro cuerpo que quiere salir, como Son Goku (o como Nora cargándose el pomo de la puerta).
Si no la dejamos salir se queda estancada en el cuerpo, en forma de tensión:
- Enrojecimiento de la piel.
- Contracturas musculares sobretodo en los hombros y cervicales.
- Bruxismo (apretar los dientes, sobretodo durmiendo)
- Dolor de cabeza.
Son algunos síntomas.
No digo que tengamos que ir por ahí dando golpes, gritando ni rompiendo pomos.
Te lo explico para que seas consciente de cómo funciona y te preguntes cómo gestionas tu ira. Porque somos human@s, por muy Buda que queramos ser a veces perdemos la paciencia, y está bien, tenemos que permitírnoslo para que la energía no se estanque en el cuerpo.
Porque luego llega el dolor y el malestar.
Que cada un@ busque su manera de descargar la Ira. 2 opciones muy buenas en casa:
- Ve a tu habitación sol@ y golpea el colchón con la almohada.
- Puedes coger la almohada, taparte la cara y gritar lo más fuerte que puedas, varias veces.
- Después respira profundamente 10 veces.
- Hazlo el tiempo que sientas necesario hasta haberte descargado del todo, verás lo bien que te quedas después.
Además, hacer ejercicio de cierta intensidad regularmente, subiendo la actividad cardio-respiratoria, también nos ayuda a soltar energía estancada.
Por eso sienta tan bien correr, bailar…sudar.
Si quieres también me puedes pedir hora, para Osteopatía, no para gritarme 😉
O hacer el curso online Transforma tu espalda, donde trabajando la respiración, los estiramientos y la fuerza también liberas el cuerpo de las emociones “retenidas”.
Está bien enfadarse, todos tenemos derecho a las “rabietas” sin agredir a los demás, ni verbal ni físicamente.
Más que estar bien, como te he dicho más arriba, es necesario, para marcar límites. Si no lo hacemos las otras personas nos pueden pasar por encima, y eso nos hace sentir mal y guardar resentimiento.
¿Es culpa del otro? No, es responsabilidad tuya saber marcar donde están tus límites. El otro no está en tu cabeza. Escúchate, conócete y expresa lo que sientes.
Es todo un trabajo, lo sé, pero es necesario si no quieres ir por la vida como una olla exprés, soltando humo por la cabeza a la mínima de cambio.
Hahahahahaha! no te lo creerás, pero mientras escribo estas líneas, ahora mismo, estoy oyendo a una niña pequeña chillando a grito pelao en la calle!
En la calle, que putada.
Bendita Ira.